Volver

Estar de vacaciones es rellenar tu tiempo de horas, minutos y segundos sin tener que mirar el reloj.
Muchas veces decimos «me voy de vacaciones». Lo hacemos, incluso, sin movernos de casa. Pero en vacaciones las cosas no se van, más bien vuelven. Incluso la maleta que te llevas regresa. Ella también vuelve con algunos kilos de más.
En esos días todo se expande sin obstáculo buscando el hábitat natural a veces perdido: las risas flojas, los desayunos de pan caliente y café recién hecho, la mirada, el alma y su kharma, la piel, la mente, las siestas pacíficas reincidentes, los paseos de estrellas infinitas y luna mirona… Todo vuelve, si es que se fue alguna vez. Vacaciones. Benditas las deseadas.
En mí no manda el dinero de lujosas playas de fina arena. Tiene más valor otra arena: la que resbala por la garganta de un reloj volcado. Ese es mi tesoro. Por eso, ahora que se acabaron los días de descanso hasta próxima cita no quiero perder el tiempo. Ni matarlo. Solo quiero sentirlo, sin prisas.